La última capital del Perú

Cuando visité a Abel Simeón (“El Chasqui”) en Acolla para hacerle una entrevista, rápidamente noté un amor genuino por su tierra. Un amor y una veneración por su pueblo que ya antes había percibido en los pobladores de Acolla.

Y no es casualidad. Acolla es, desde lejos, un distrito atípico de la provincia de Jauja. Una mirada rápida pone en evidencia su potencial cultural. Una mirada minuciosa nos ofrece un potencial académico y tecnológico. Pero una mirada exhaustiva nos brinda un potencial geopolítico envidiable. Un potencial que inspira no solo esperanza, sino también responsabilidad y compromiso.

Esto lo saben bien aquellos hombres y mujeres excepcionales que no solo respiran ya el oxígeno del futuro, sino que beben también de las aguas del progreso. Abel es uno de ellos. Por eso, mientras conversaba sobre estos temas, soltó con firmeza, cual profeta, la siguiente frase: “Acolla no será la primera capital del Perú, pero puede ser la última”. Un mensaje inesperado y contundente.

De pronto, esta frase quedó grabada en mí por la fuerza que transmite. Es una de esas frases que marcan un antes y un después en la concepción del mundo y de la vida.  Y ahora, por motivos del aniversario de esta majestuosa tierra, esta frase cobra relevancia renovada, de manera que sentí la responsabilidad ineludible de hacerla pública.

El mensaje es claro: un llamado efusivo a la gesta de un proyecto comunitario que engrandezca aún más el sentido de identidad y pertenencia hacia una tierra tan privilegiada como lo es Acolla, tierra de músicos y grandes intelectuales.