Si la pelota no se ha manchado la cultura mucho menos.
La frase de D10S
Hace poco se hizo viral la frase “la pichanga no se mancha” que buscaba reivindicar a la famosa pichanga como la excusa perfecta para cometer ciertos actos generalmente condenables. De esta manera se quería evitar manchar las típicas reuniones entre amigos que juegan al futbol (o fulbito). Merece la pena recordar que esta frase fue una ingeniosa adaptación de otra frase muy célebre: “La pelota no se mancha”, dicho nada más y nada menos que por Diego Armando Maradona defendiendo al fútbol el día de su despedida, pues el D10S por primera vez hacía alusión a todas las veces que se había equivocado a lo largo de su carrera y por la cual pedía perdón.
La cultura no se mancha (y no se debería)
Actualmente se ha convertido en una situación normal que los candidatos políticos lancen todo tipo de propuestas con tal de obtener un voto que lo acerque a un cargo público, pues ya de sobra conocemos la popular frase “en la política todo vale”. Esto lógicamente está mal, sin embargo, es una constante universal que se ha llegado a considerar como algo normal. Desde propuestas populistas hasta propuestas irrealizables, no es de sorprenderse al escucharlas.
Entonces, en una coyuntura electoral, pareciera ser que todo problema, oportunidad y/o realidad se vuelve “politizable”. Se convierte en un “caballito de batalla” con el que se intenta convencer al elector de ser la mejor opción. Tal es el caso de las propuestas en el eje socio cultural de nuestros candidatos: Concursos interbarrios por presupuesto, casas de la cultura, casas de la juventud, museos de la cultura Xauxa, conchas acústicas, monumentos gigantescos de patrones religiosos en nuestros cerros, son las propuestas más llamativas de estas elecciones.
No es mi papel juzgar de populistas o de altamente viables estas propuestas. Seguramente los candidatos se han tomado la ardua tarea de identificar estas necesidades y seguramente cuentan con el sustento correspondiente para hacerlos realidad, a pesar de que muchos de ellos ni siquiera hayan participado nunca en actividades de corte cultural. Lo que sí pretendo en realidad es hacer un llamado a la honestidad y la decencia. Considero que es un tema muy delicado hablar de la cultura de un pueblo, pues esta representa los usos y costumbres de un conjunto de personas y que si hay que tomarlas prestadas (sea para el fin que sea) debemos hacerlo de manera responsable, más aún cuando se trata de un contexto político.
Asimismo, hemos visto a estos políticos mostrarse en redes sociales utilizar la vestimenta típica de alguna expresión artística (y mejor ni hablemos del sombrero típico, que usarlo ya parece ser un requisito para ser candidato), bailar las festividades de la zona y realizar actividades con el único afán de proyectar una imagen que los vincule a la cultura de nuestra tierra y así conseguir identificarse con los pobladores para que estos finalmente los apoyen electoralmente. Por su puesto, habrá quienes lo realicen de manera genuina y habrá quienes solo lo hacen por conveniencia, por oportunismo. Mi respeto a los primeros.
Entonces, creo que en estas elecciones mucho se han manoseado los recursos folclóricos, artísticos y turísticos de nuestros pueblos. Personalmente considero que no es lo mismo mencionar la creación, gestión o culminación de obras de fierro y cemento (que son propuestas, al fin y al cabo) que utilizar y mencionar los recursos existentes, los usos y costumbres propios de la sociedad como arma de convencimiento y persuasión. Puede que lo que vaya a decir sea un error muy grande de mi parte, sin embargo, me arriesgaré a decirlo: prefiero que nuestros políticos engañen a la gente con obras de fierro y cemento que utilizando los recursos culturales que expresan nuestra manera de ser, de sentir y de compartir entre pobladores. Y eso sin mencionar que partidos cuestionados, personajes cuestionables, realizaban alegremente sus caravanas con danzas emblemáticas de nuestra tierra, con el afán de buscar que el ciudadano se identifique con ellos.
¿Entonces no se debe hablar de las costumbres, tradiciones y la cultura en general en política? Se preguntará tal vez el lector. Mi respuesta considera que sí es válido hablar de cualquier tema, y sobre todo prometer algo, siempre y cuando se tenga la seguridad de que se va a cumplir con lo que se dice y se promete, y no solamente se utiliza como una manera de persuadir a la población.
Un ejemplo clásico en elecciones se da cuando todos vemos a candidatos hablando de la gran Tunanmarca. Y, de acuerdo con nuestra experiencia, sabemos bien que Tunanmarca solo se pone de moda en época electoral. Y quizá desde este lunes seguirá olvidada otros cuatro años más. Ojalá me esté equivocando.
Palabras finales
Por otro lado, al escribir estas líneas no busco figurar como un referente de la cultura y mal haría el lector en verme como tal, pues ni lo soy ni lo seré. O peor aún, mal haría el lector en creer que me considero el único autorizado para hablar de estos temas. Si sucediese, creo que estaríamos frente a un caso crítico de baja capacidad de análisis. Quizá lo que sí soy (o al menos pretendo ser) es un defensor de la cultura que juntamente con la Asociación Élite Cultural Perú buscamos fortalecer la identidad cultural de nuestros pueblos mediante la reivindicación de los verdaderos portadores de una manifestación cultural, tal como lo explicamos en este artículo.
De este modo, lo que busco con este artículo es tratar de limpiar un poco el uso desmedido e indiscriminado de nuestros recursos folclóricos, turísticos y culturales en general. Quizás no me corresponda hacerlo, quizá yo no sea el indicado, pero hasta ahora no he visto ni conozco alguien que se haya atrevido a exclamar que la cultura no se mancha. No se debería manchar. Y lo hago de este modo, a mi manera, porque aprendí que con la pluma (en este caso con el teclado) también se puede ser contestatario y combativo.
En resumen, debemos entender que la cultura es parte de la política y la política es parte de la cultura; por lo tanto, toda propuesta política en favor de la cultura siempre será bienvenida en cualquier sociedad. Sin embargo, cuando el mensaje (es decir, la propuesta) es vacío y solo es un acto de conveniencia y oportunismo, no solo se debe condenar el mensaje sino también al mensajero.
Por eso, este 2 de octubre, deberíamos marcar también por aquel que promueve el verdadero fortalecimiento y reivindicación de la cultura, y sobre todo de la identidad cultural de nuestros pueblos.
Notas:
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